viernes, 31 de agosto de 2012

El retrato fotográfico: Consejos

El retrato fotográfico (I)

El mundo de la fotografía está lleno de personas que se dedican a hacer retratos. Hay muchos que son capaces de hacer hasta 200 al día. Pero, curiosamente, estos fotógrafos con experiencia demostrable, no pasarán a la historia de la imagen, a pesar de trabajar tanto.
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Y es que no es fácil esta especialidad, hay que tener en cuenta muchas variables. El retrato es una comunión entre dos o más personas, una unión instantánea, un relámpago de milésimas de segundo, cuyo resultado es la plasmación de un rostro (de una personalidad si es suficientemente bueno) para los siglos venideros. Parece exagerado, pero todos disfrutamos cuando vemos las fotos de los bisabuelos de principios de siglo. Y con solo ver esas fotos antiguas podemos adivinar la personalidad de toso los que aparecen.
Los grandes retratistas, desde Nadar hasta Jordi Socias, explican o dejan ver cómo trabajan para conseguir sus obras. Algunos hasta dicen qué cámara utilizan, pero todavía no se sabe de nadie que siguiendo esas premisas consigan resultados similares. La mayor parte de las veces es un don, eso sí, muy bien complementado con “toneladas” de trabajo. Nosotros no vamos a aspirar a tanto, puesto que hacemos fotos para disfrutar, pero no nos vendrá nada mal tener a mano los consejos de los grandes. Y si además las musas nos visitan a la hora de disparar, podemos conseguir grandes cosas.
  • Lo primero es tener claro que un retrato es la descripción de la figura o carácter, o sea, de las cualidades físicas o morales de una persona, por lo que es importante que conozcamos a la persona que queremos fotografiar, o, en su defecto, tener muy claro que es lo que queremos que refleje esa persona en nuestra fotografía. Queda también claro que la comunicación con el modelo es fundamental, aunque algunos tienen el don de descubrir cómo es una persona con sólo mirarla a través del objetivo, sin cruzar una sola palabra con ella.
  • En un retrato son responsables las dos partes implicadas, si uno no quiere colaborar no hay nada que hacer en esa jornada. Recordemos cuando queremos hacer la foto a un niño que siempre se tapa, o pone caras extrañas, o simplemente se va corriendo. Hay que procurar hablar con el modelo, que note que sabemos lo que queremos hacer. Nosotros, como fotógrafos, somos los únicos en ese momento que vamos a tener el privilegio de sacar el espíritu (como creen muchas civilizaciones) del retratado, y éste tiene que tener toda tu confianza. Que aunque diga que le vamos a sacar feo, que no sale favorecido, tiene la seguridad interior de que todo va terminar bien, y que va a poder enseñar la foto a todos sus allegados. Porque el gran problema de esta especialidad es que muy pocas veces el retratado se reconoce, pues casi siempre tiene otra percepción de si mismo. Todos nos ponemos nerviosos ante la cámara, o no sabemos movernos con naturalidad. El fotógrafo tiene que tener un poco de psicología, saber dirigir al otro, y viceversa.
  • Un tercer aspecto importante es olvidarse del equipo. Me expresaré mejor, olvidarse de tener los equipos más sofisticados con la mayor cantidad de luces posibles. Cuantas menos cosas tengan alrededor, más cómodos se sentirán ambos protagonistas. La sencillez ante todo. Muchas veces basta con un objetivo y la luz del sol, o en su defecto, un foco que lo imite. Hay que estar con los cinco sentidos pendientes del modelo, no de cambiar objetivos o cambiar de posición las luces. Eso sí, si tienes un estudio lleno de ayudantes y te llamas Annie Leibovitz, pide doble de todo y una horda de retocadores… qué buena era cuando empezó, todo sencillez.
foto: Fernando Sánchez Fernández
Fuente: http://altfoto.com/2012/08/el-retrato-fotografico-i

El retrato fotográfico (y II)

Como hemos visto en el anterior artículo, un  retrato nunca hay que afrontarlo de manera precipitada, sin tener ideas previas de cómo hacerlo. Una buena idea es fijarse siempre en todos los retratos que veamos en las revistas y en los libros, una fuente de inspiración inagotable para los momentos en los que estamos en blanco.
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Una de las aspectos que más desarrollan los libros dedicados a este tema es cómo situar al sujeto según la fisonomía de sus rostros, cosas como si tiene el rostro redondo situarle de tres cuartos, o si tiene entradas, colocar la cámara en una posición baja. Sinceramente, estás directrices sólo tratan de camuflar realidades, ¿por qué un rostro redondo es feo?, ¿por qué hay que ocultar la calvicie? Cuando una persona sale relajada y expresiva siempre se lo agradecerá al fotógrafo que ha sabido mirar dentro y no se ha centrado en los estereotipos.
La luz siempre hay que tenerla en cuenta. Nunca coloquemos el rostro del modelo en sol y sombra -o sí, lo bueno de las reglas fotográficas es que hay que saltárselas-. O siempre tendemos a colocar al modelo frente al sol, desfigurando su expresión. Las sombras siempre tienen su lado positivo en este mundo de la imagen.
Hay dos formas de enfrentarse a un retrato. O bien integramos a la persona en su entorno, o la aislamos totalmente. Pero siempre tenemos que conseguir que sea el protagonista absoluto de la imagen.

Aislar a la persona

  • A la hora de componer, es mucho más fácil quitar toda distracción. El modelo siempre va a ser el centro de atención. Como tal, hay que conseguir que su rostro atraiga, y no sólo a nosotros porque le conocemos, también a cualquier persona que contemple la fotografía. Para conseguirlo tenemos que prestar especial atención a  su expresión, a su mirada (realmente lo más difícil de esta especialidad).
  • Contra un fondo neutro, ya sea blanco, negro o si nos volvemos locos, rojo, y con una luz lo más simple posible, como puede ser la luz en una sombra, o un foco cenital a 45º grados del sujeto, dispararemos al modelo en los momentos que veamos que podemos conseguir una gran foto (si lo supiera, vendería el secreto y me haría millonario), dirigiéndolo siempre según la idea que tengamos. La improvisación funciona sólo cuando estamos preparado.
  • El retrato siempre funciona mejor (hay menos espacios vacíos) en formato vertical o cuadrado, una vez recortada la fotografía para emular los formatos clásicos de 6x6. Y situarle respecto al encuadre, según convenga. Si optamos por el centro, la imagen va a resultar más reposada, y según la actitud del modelo, más estática. Por eso, para dar vida, puede interesar desplazar al modelo hacia uno de los lados del encuadre.

Integrar en el entorno

  • Otro tipo de retrato bien distinto es aquel que fusiona al retratado con el entorno, con el que compite muchas veces en importancia. La pericia del fotógrafo está en conseguir que esto no ocurra, y que el entorno sea un complemento, un adjetivo del sujeto.
  • Así tendremos más información del modelo, pues además de su personalidad, podemos ver cómo se desenvuelve en un espacio, que muchas veces es parte de su vida. Puede ser su ciudad, su casa o su pueblo. Y sin duda, se sentirá mucho más cómodo al estar en su mundo.
  • En estos casos la composición nos obliga a situar al fotografiado en un punto de interés, que puede estar determinado por las reglas de composición, o por la luz, o según el objetivo que utilicemos - un angular puede dar más información, pero provoca más problemas precisamente por eso -.
Tenemos muchas más cosas de las que estar pendientes. No podemos decir ponte ahí y disparar sin más. No hay una fórmula mágica, pero podemos seguir cuatro pasos:
  1. Los dos implicados tienen que estar cómodos.
  2. El fondo de la fotografía no debe sobrepasar en importancia al modelo.
  3. Situar al modelo en un punto clave de la imagen.
  4. Mira todos los trabajos de los más grandes: Avedon, Cartier Bresson, Irving Penn, García Alix…
Foto: Fernando Sánchez Fernández
Fuente: http://altfoto.com/2012/08/el-retrato-fotografico-y-ii











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