jueves, 11 de julio de 2013

La fotografía es mentira

La fotografía es mentira. Es la mentira del fotógrafo ayudado por un artefacto que han llamado cámara. Pero es una mentira relativa, pues es la verdad subjetiva del fotógrafo. Cada uno adapta la verdad bajo el prisma que más le interese. Y unos convencen y son genios, y otros no y son meros aficionados, que es lo más común.
Atenea
Partiendo de esta idea, que anquilosa y aburre los estudios sobre la fotografía, desenmascaramos y resolvemos otra lucha encarnizada sobre si el medio en cuestión es arte o no. Miles de textos y ensayos apoyan una u otra idea, y aunque es un debate contemporáneo a la fotografía, nunca ha existido una conclusión aceptada por ambos bandos, así de apasionadas son ambas corrientes.
El daguerrotipo se presentó en 1839 como un medio servil a las artes, como una mera fotocopia de las creaciones realizadas por el hombre con sus propias manos, como un cuadro gracias a un pincel, o una escultura gracias a un martillo y un cincel. Fue concebido como un instrumento de documentación y de apoyo para los artistas que encontraron un método eficaz para conseguir modelos para copiar, o en el mejor de los casos (sobre todo cuando se es buen pintor) inspiración.
Al cabo del tiempo surgieron figuras que superaron este servilismo, o si se prefiere, colaboración. Son medios distintos: la pintura es la forma, la escultura es el volumen, y la fotografía es la luz. Todos pretenden conseguir una emoción, una reacción en el espectador. El arte es la expresión de uno mismo, muestra cómo ves el mundo.
No olvidemos que la fotografía sólo tiene siglo y medio de existencia y que en este tiempo ha pasado de las manos grabadas en las cuevas a las últimas creaciones de Barceló en la catedral de Mallorca. En cierta manera la fotografía ha permitido volver a la esencia, a los orígenes. De una vista desde la ventana de Niepce a un potente retrato de Avedon. Es una forma de expresión que ha facilitado y soportado el desarrollo de la sociedad del siglo XX. Ha transformado a la pintura, la escultura, cerrándoles por un malentendido (la interpretación de la verdad de la fotografía) las puertas del realismo. Con el nacimiento de la imagen de plata, surge el primer movimiento antiacademicista.
Curiosamente, la primera exposición impresionista se montó en el estudio de Nadar, en el año 1847. Monet, Renoir, Degas son deudores de la libertad e inspiración que les dio la fotografía. Fue el camino que tomaron para derrocar al academicismo de Ingres, Delacroix o David. Los cuadros dejaban de tener una unidad construida. Así, la pintura se hace deudora de la fotografía. No se puede negar que la difusión, los perfiles borrosos, el dibujo perdido de los primeros calotipos dieron vía libre para huir del estancamiento del realismo. La única objeción a esta idea puede ser el último Goya y sus pinturas negras, cuya obra es anterior a 1839, pero que como genio se adelantó a su tiempo. Siempre se habla de la influencia inversa (sobre todo con el estigma de la fotografía pictorialista), pero creo que sería interesante profundizar esta reciprocidad.
Nadar, que inspiró la figura del pintor Marcel de La boheme, fue el primero que toma conciencia del poder psicológico de la cámara. Sus retratos de Rossini, George Sand, Berlioz, Manet... quedaron para la posteridad en unas albúminas que cuentan sus vidas mejor que sus biógrafos. Lo más curioso es que estos retratos, fuentes de inspiración para muchos de los que cargamos con la cámara al hombro, eran meros apuntes para hacer caricaturas para su proyecto del Panteón de los hombres ilustres. No hay que tomarse nunca en serio las cuestiones del arte. No se necesita más que una cámara de madera, un fotógrafo y una persona que se hace personaje de aquel. La creación es un juego, cosa de niños, como dijo alguna vez Picasso.
Fuente: http://altfoto.com/2013/06/la-fotografia-es-mentira







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