domingo, 24 de noviembre de 2013

Crónica de mi primer vuelo

¿Qué es un sueño sin una realización?


Desde siempre había querido volar. Era un pendiente que por un motivo u otro, nunca salía de ahí, del “Que lindo sería…”.

Y no encontré mejor momento, que en la vuelta de un viaje inolvidable, claro, para hacerlo aún más inolvidable.

Las escalas se fueron sucediendo por tierra, desde Buenos Aires, y por las principales ciudades del litoral Argentino, para luego, hacer base en Asunción, y desde ahí y sin haberlo planificado, llegar a bordear de una punta a la otra el lago Ypacaraí y concluir en San Bernardino. Un recorrido mágico de 13 días que desarrollé semanalmente en los últimos 20 albums, y que concluye hoy, en este bonus post.

Ese martes me despertó el entusiasmo, que estaba ya con los ojos abiertos desde hacía un rato.

El colectivo urbano me llevó desde el microcentro de Asunción hasta el Aeropuerto Internacional Silvio Petirossi. Llegué con anticipación. Quería estar tranquilo y disfrutar a pleno de cada instante.

El aeropuerto es chico, pero cómodo y prolijo. Hice mi check in, despaché mi equipaje, y disfruté de mi último chipá pirú con anís.

Ya es hora.

Visita obligada por el free shop, y a esperar. Esta fue de todas, la espera interminable. Es que la ansiedad estira los minutos de una forma tan cruel como curiosa.

Abordamos. Acomodé mi equipaje de mano, hice un reconocimiento de los instructivos de emergencia, y de todo lo que tenía a mi alrededor. El chiche nuevo, era un flamante Embraer 190 adquirido por Aerolíneas Argentinas y operado por Austral, para cubrir la ruta aérea entre Asunción y, en este caso, el Aeroparque Jorge Newbery.

Tras quitar la SIM del celular y asegurarme que GPS y WiFi estaban desconectados, me dispuse a registrar mi viaje.

La emoción de cada instante, desde que recibimos la confirmación del permiso de despegue, hasta lograr la sustentación, fue muy intensa.

Mi sueño, ahora es real.


Acá es donde se me terminan las palabras, por lo que me reitero: La emoción fué tremenda, tremenda, ante cada cambio de escenario.


Adiós Asunción… Última vista del Ypacaraí… Y rumbo al cielo…

Nubes y cielo, rodeándonos y recibiéndonos, como nunca había visto o imaginado. Pura magia.

El vuelo fué tranquilo y puntual, y aunque atravesamos la tormenta que me venía persiguiendo desde mi partida, no hubo sobresaltos. Muchos por mi descripción me dijeron que fué algo movido. No sé, no puedo compararlo aún, pero me dió la misma sensación de movimiento que viajar en micro en la ruta.

El servicio del personal de abordo fué impecable.

Descender, y ver la conformación del Delta de Buenos Aires desde el aire, fué, no menos maravilloso.
El aterrizaje me devolvió a la realidad, por yo, ya no era el mismo. Ahora, estaba completo.

Este fué mi sueño.


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Y por último, 5 instantes de encanto en el aire.