domingo, 29 de junio de 2014

Bitácora sobre el accidentado comienzo de mis vacaciones 2014

Tras mi visita a Montevideo en 2012, y luego del inolvidable viaje por el litoral argentino y Paraguay en 2013, decidí que el 2014 no tendría unas vacaciones menos especiales que esas.

El destino sería nuevamente Uruguay, pero esta vez, sería para retomar mi recorrida costera desde donde me había quedado, llegando hasta Brasil. Por Colonia habia pasado anteriormente durante mi primera visita a este querido país hermano, por lo que si todo iba bien, entre los tres viajes cubriría por completo el paseo costero del este, uniendo rio mar y océano.

¿Y en qué fecha sería? Eso fué claro desde un primer momento: Las llamadas de tambores son en Febrero, por lo que debía asegurarme de viajar para vivir esa fiesta. Por eso, ni bien supe que el primer fin de semana de febrero Montevideo gozaría al son de los tambores por Isla de Flores, me apronté a comprar los pasajes…

¿Ferry nuevamente? No señor: Este viaje será especial desde el comienzo, me dije, por lo que aproveché la lejanía de la fecha del viaje para hacerme de pasajes de ida y vuelta en uno de los servicios a hélice de la línea aérea de Buquebus, a un precio bastante mas conveniente que el que tendría comprándolo cerca de la fecha del viaje.

Los meses pasaron y llegó el tormentoso inicio de año 2014. Enero fue tremendamente angustioso y sobre todo en su última mitad, viendo que llovía cada vez de forma mas seguida. A esta altura no había vuelta atrás: Ya tenía no solo los pasajes, sino también, previendo la temporada, había hecho las reservas de cada hostel en cada destino. Como anécdota, en esta temporada, Uruguay tuvo uno de sus peores años en cuanto a recepción de turismo argentino, debido a lo desfavorable del cambio y los ajustes impositivos sobre las compras en el exterior, por lo que lugar para alojarme sobraba, pero este fue un factor completamente impredecible. Y no sería el único.

Y llegó febrero confirmando el peor panorama: El mal tiempo había llegado para quedarse.

Con toda la buena onda que pude, y con muy pocas horas de sueño debido a la ansiedad, el 6 de febrero a las 6 de la mañana, estaba arribando al Aeroparque Internacional Jorge Newbery.

8:10 Salía el vuelo, por lo que tenía dos horas para desayunar, hacer los trámites de checkin y migración tranquilo, tomar algunas fotos, recorrer el Aeroparque, y curiosear por el freeshop. Era mi primera partida aérea acá y quería disfrutarla.

Luego de todo lo anterior, y con algo de tiempo libre, me encontraba en la puerta, listo para abordar. Pero, el destino salió al encuentro…

8:09 el personal de BQB anuncia que el avión que estabamos esperando no llegó, ni iba a llegar, por lo que nos ofrecieron la devolución del pasaje, o bien, trasladarnos a Ezeiza, desde donde partiríamos cerca del mediodía en un servicio complementario. Para esa hora planeaba estar coordinando con mis amigos uruguayos el almuerzo en el puerto de Montevideo, pero era lo que había, y había que adecuarse al nuevo cronograma. Y por cierto, también estaba resignando el 50% de mi experiencia de vuelo a hélice…

De forma mediocremente organizada por BQB, y sin explicaciones sobre qué le había pasado a nuestro avión, los que viajábamos nos mantuvimos juntos en los trámites de recupero del equipaje despachado y cancelación de la migración hasta que llegó nuestro transporte. A las 9:30 estábamos ya, aún con mal clima, rumbo a Ezeiza.

Cabe aclarar que los otros vuelos seguían saliendo y arribando en Aeroparque, por lo que el clima no era excusa. De hecho, deberíamos atravesar la misma tormenta para ir a nuestro destino partiendo desde el Aeropuerto de Ezeiza. En lo personal estoy completamente convencido que fue una falla técnica lo que afectó a nuestros planes, pero nunca nos lo blanquearon.

El reloj marcó las 10:20 (Algo mas de una hora mas tarde que el horario planificado originalmente de arribo a Montevideo), cuando vimos la pista del Aeropuerto de Ezeiza desde la autopista. Ok, una oportunidad de conocer el aeropuerto, pensé.

Bajamos de las combis y volvimos a reunirnos cada quién con nuestro equipaje, pero no había nadie de BQB esperándonos. A las 11:30 teníamos el vuelo, por lo que el tiempo era mas bien justo como para andar desorientados en tremenda terminal. En eso, y antes de llegar a cruzar la puerta de entrada, de nuevo en forma improvisada e imprevista, nos llaman desde las combis a la voz de: “Nos equivocamos de puerta, suban que es en otra”. Por suerte, a esta altura, la incredulidad se manifestaba con bastante humor entre nosotros.

Llegamos al acceso correcto, paseando de una punta a otra, a las corridas, haciendo todos los trámites nuevamente de checkin, despacho de equipaje, y migraciones. Finalmente, caminamos desde una punta a la otra del interminable aeropuerto para abordar, luego de la espera eterna en el colectivo que nos transportó al avión, a nuestra pequeña nave.

Para mi sorpresa era el mismo tipo de aeronave a hélice, pero, en el pase de servicio, BQB cambió las posiciones de los pasajeros. Mi posición de atrás a la izquierda (Quería ver el delta desde arriba), pasó a adelante a la derecha, por lo que en el mejor de los casos, vería puro océano. Ya sé que es un detalle, pero era mi único viaje en avión en ese trayecto y quería vivirlo así. De hecho sigo manteniendo mi negativa de volver a viajar en avión a Uruguay, ya que la relación precio/distancia no lo justifica.

Pisando las 12:00, nos elevábamos entre la tormenta. En ese momento me di cuenta que si hubiera hecho ese viaje sin ventanas hubiera sido lo mismo, ya que la visibilidad era absolutamente nula.

Cuando finalmente volamos por encima de las nubes, el panorama fue aún mas preocupante para mis días venideros: El colchón de nubes se extendían completamente hasta el horizonte, y hacia todos los puntos cardinales. La tormenta no tendría un fin inmediato, y tenía que arreglármelas así.

Arribamos al Aeropuerto de Montevideo una hora después. Las tripas me rugían, pero debido a mi cronograma de viaje, tenía ese único día para comer en el puerto, y el deseo de cumplir ese pendiente de mi visita anterior era mayor que mi creciente apetito.

En ese momento, no tuve mejor idea que cambiar divisas en el mismo aeropuerto: Grave error. Luego me daría cuenta que las casas de cambio ahí me habían ofrecido el precio mas desfavorable del mundo, pero bueno, lo hecho hecho estaba.

Antes de mi partida hacia el puerto, aproveché también a comprar en COT la mayoría de los boletos de colectivo que usaría entre un destino y otro en todo mi recorrido, ya que podía sin inconvenientes, y mas cerca de cada viaje, cambiarlos o devolverlos llegado el caso, pero en ese momento para mí, representaban la tranquilidad de al menos, llegar a cada checkin de cada hostel a tiempo, y por consecuencia, llegar a horario a tomar mi vuelo de regreso.

Tras medio día interminable, y luego de algo mas de una hora de viaje, llegué a la pequeña terminal de colectivos del puerto de Montevideo.

Me calcé la mochila, hice tres cuadras, y sí, me agarró la lluvia, pero no me importó demasiado: Ya estaba ahí, caminando por donde había caminado, recordando cada detalle de mi visita anterior, buscando diferencias y similitudes con mi mejor cara de “Hola, que tal, ¿Viste que cumplí y volví?”.

16:30, el Mercado del puerto de Montevideo me ofrecía su reparo, y de premio, la alegría de un chivito canadiense como almuerzo y merienda, luego de tantas peripecias. Al salir, la lluvia había cesado, por lo que pude hacer un breve paseo por ciudad vieja y el centro de Montevideo, para reunirme con mis afectos y ponernos al día.

Esa misma tarde recibiría la triste noticia: Las llamadas de tambores que tanto ansiaba ver, se habían suspendido debido al mal clima. Una vez mas, a pesar de que las cosas no iban saliendo según lo planeado, había que seguir adelante y disfrutar todo lo que se pudiera, a fin de cuentas, eran vacaciones!

La pizza de la cena que compartimos entre anécdotas y risas, ayudó a dejar a un costado la incertidumbre de lo que seguramente iba a ser un largo viaje completamente pasado por agua. Y la noche de Palermo, me ofreció el reparador sueño que necesitaba...

Si llegaste hasta acá y querés saber como continúa esta odisea, te invito me acompañes el domingo que viene con el inicio de mi estadía en Montevideo. Hoy, te dejo algunas fotos que fuí tomando en tan movida jornada, como introducción a un viaje fantástico por toda la costa este Uruguaya.

Hacé click sobre las fotos para verlas mas grandes.
También podés verlas directamente desde Picasa.

La semana que viene: Un día de lluvia en Palermo