jueves, 11 de septiembre de 2014

Disparar 36 fotos en un fin de semana



Hacer 36 fotografías en un fin de semana es uno de los ejercicios de depuración que deberíamos hacer todos los fotógrafos digitales para conseguir mejores imágenes. Pensaríamos más antes de disparar a un plato de comida o a un gato por enésima vez en dos horas.
36-fotos
Muchos recordarán qué era hacer 36 fotos en un fin de semana. Exactamente eran las fotos que entraban en un carrete que comprabas en una tienda y que luego tenías que llevar a revelar para conseguir las copias previo pago. La fotografía no era barata precisamente. Y nos pensábamos más cada disparo.
Ahora muchos se compran una tarjeta grande y se preparan para disparar como locos durante dos días sin pensar en los gastos posteriores. Podemos hacer mil o quince mil y nos costarán exactamente lo mismo: 0. Algunos diréis que con tantos disparos los circuitos de las máquinas, que ya no engranajes, sufren y se desgastan y suponen un gasto a la larga, pero es un precio que debemos tener asumido cuando compramos una cámara, antes y ahora. Sólo que en la actualidad aguantan más, aunque la tecnología se queda obsoleta en menos tiempo.
Hablamos mucho del tema en ALTFoto, pero vemos que no se pueden poner puertas al campo. Ni mucho menos menos pretendemos obligar a hacer algo, pero si por lo menos conseguimos una reflexión...No por hacer más fotos vamos a ser mejores fotógrafos, ni vamos a reflejar en algún disparo lo que realmente queremos. El secreto no está en disparar porque sí, sino en pensar en lo queremos sacar.
Hay que huir del síndrome turístico de disparar a todo lo que se mueve o nos dice el guía de turno. No todo es fotografiable, ni tiene la mejor luz en el momento que pasamos. Aún así, si alguien pasa por un monumento con el sol de frente, y tiene una cámara colgada del cuello o amarrada a la muñeca, hará el disparo sí o sí. Al parecer cree que no tiene otra posibilidad de demostrar que ha estado ahí. Y como no le gusta lo que ve a través de la pantalla, repetirá el disparo hasta que el guía o la familia le obliguen a irse.
Hay que huir del síndrome turístico de disparar a todo lo que se mueve o nos dice el guía de turno
Actuar así no es una buen forma de hacer una foto. A lo sumo servirá como recuerdo, que a lo mejor es lo que quiere la mayoría de la gente que porta una cámara. Pero los que quieren hacer buenos trabajos y están en fase de aprendizaje, deberían olvidarse de esta forma de hacer las cosas. A no ser que sean unos genios, jamás llegarán a buen puerto por este camino.
Hacer mil fotos porque sí, o el encabezonamiento del turista fotógrafo, es una mala práctica además para el futuro, pues si quiere buscar buenas imágenes para ilustrar su álbum, ya sea digital o en papel, sólo tiene dos opciones:
  • No hacer ninguna presentación por el agobio de ver tantas fotos en el disco duro y limitarse a decir que tengo los discos duros llenos cuando los incautos invitados pregunten.
  • Poner en la red, al alcance de todo el mundo o de unos pocos desafortunados, absolutamente todos los disparos. O peor aún, en un enorme fotolibro. Otra forma de no ver.
Por este motivo recomiendo uno de los ejercicios más difíciles para los que empezaron directamente con la fotografía digital: disparar 36 fotos en un fin de semana. Es un ejercicio de minimalismo en los tiempos que corren, y una desintoxicación para muchos que tienen el disparador fácil.
Minimalismo
En los tiempos antiguos, hace diez años, cuando conseguíamos una buena foto, o dos, en un carrete de 36, era motivo de orgullo y satisfacción. El problema es que por hacer mil en un mismo periodo de tiempo no conseguimos 27,7 buenas.
La única diferencia es que antes pensábamos más lo que hacíamos
Y no es que entonces fuéramos peores. Ahora somos iguales. La única diferencia es que antes pensábamos más lo que hacíamos y no nos llevábamos la cámara al ojo hasta que estábamos seguros de lo que íbamos a hacer. Y todo por una mera cuestión de ahorro. Cuánta gente no disparaba por no gastar. Y ahora esas mismas personas no paran de hacerlo.
La fotografía es reflexión. Es pensar antes de disparar. Y si nos vemos limitados a pocos disparos -da igual que sean 30, 20 o 50- seguro que haremos mejores trabajos, y lo que es más importante, nuestros recuerdos perdurarán más en el tiempo.
Fuente: http://altfoto.com/2014/07/disparar-36-fotos-fin-semana
















Cómo una película puede manipular la manera en que vemos las cosas

Nuestro cerebro y su capacidad de generar imágenes es todo lo que necesitamos para disfrutar de la película.
Si lo único que deseamos es observar y disfrutar la película, en realidad estamos equivocados, porque lo que nuestro cerebro desea es nada más y nada menos que almacenar la información de manera constante y generar el contenido visual a su manera, todo ello para proporcionar un espectáculo visual más atractivo.
Los cineastas han aprendido esta técnica, y por medio de un experimento se ha comprobado algo que, hecho por intuición, favorece al desarrollo de la temática en la película: involucrar los efectos visuales con los reales. En el siglo XXI, la mayoría de las películas hacen uso de la tecnología de generación de imágenes por computadora (CGI) en la grabación de escenas, aunque este no sea el aporte principal.
Es claro que los efectos juegan un papel importante en el apartado visual de la película, pero aún más las cosas reales, como los objetos de utilería y los rostros. Esto se comprobó mediante una presentación de un clip de la película Iron Man 2, escena en la cual aparece Tony Stark en la Formula 1, cuando Vanko se acerca y destruye el coche partiéndolo en varias partes. Tim Smith, científico de la Universidad de Londres, puso a prueba las capacidades del director Jon Favreau en su película.
Todo lo que ves es real, y todo lo que no ves es falso.
Se coleccionaron datos de 75 personas en base al seguimiento de sus ojos, registrado por cámaras, además de un software que generaba un mapa de calor cuadro por cuadro superpuesto en el clip de video. La marca roja indica el punto de concentración donde la mayoría de las personas concentraban su vista, como lo fueron las armas, el rostro de los actores y los pedazos del vehículo, mientras que la gente en las gradas en realidad fueron creadas por el CGI.
Los resultados se mostraron al director, sorprendido por lo que su intuición y experiencia constantemente logran sin tener que recurrir a la ciencia, ya que se basan en lo que ellos consideran será de mayor relevancia para el espectador, y por lo tanto deben priorizar lo que de verdad importa, y minimizar un tanto lo que es irreal.
He ahí la importancia de continuar utilizando objetos reales, pues para los cineastas, simular un evento relacionado con la física resulta ser una cuestión muy complicada, puesto que el movimiento de los objetos en un rompimiento es aleatorio, según las pruebas que Favreau y su equipo idearon para transformar en imagen de computadora dicho suceso.
Algo más que decir, es la gran dificultad que para ellos resulta generar un rostro humano, aunque no necesariamente tienen que hacerlo, sabiendo que las personas disfrutan observar el contenido real. Favreau tiene como destino la dirección de la nueva película de El Libro de la Selva, la cual hará uso del CGI en su mayor parte, exceptuando los rostros de los actores.
Los científicos continúan intrigados por la manera en que nuestro cerebro interactúa con el contenido visual, aludiendo a nuestra capacidad de percepción para hacernos a la ilusión de que procesamos las imágenes de manera secuencial, cuando realmente almacenamos información real e irreal, para luego conjuntarla y genera el mejor efecto de todos con nuestro cerebro.
La mejor herramienta de efectos visuales es el cerebro de la audiencia.
No se pierdan el video comentado por Jon Favreau directamente en el sitio de Oscars.
Fuente: http://www.fayerwayer.com/2014/08/como-una-pelicula-puede-manipular-la-manera-en-que-vemos-las-cosas/