miércoles, 15 de octubre de 2014

La leyenda de la heladera

(cc) Thomas Mues / Flickr
Dentro de un par de años, cuando todos los objetos que nos rodean sean inteligentes, contaremos a nuestros hijos o nietos el mito del refrigerador.
William Gibson dijo una vez, pero no se sabe bien cuándo: "el futuro está aquí, sólo que desigualmente repartido". La frase es épica: análisis lúcido del presente y profecía a la vez, recorre los avances tecnológicos de los últimos años y nos recuerda el pasado, ambos unidos en un presente curioso y distópico.
También genera una multitud de sensaciones y reacciones, cambiantes con el tiempo (a medida que el presente continúa su marcha imposible hacia el futuro). Uno de los aspectos más terribles de la situación planteada por Gibson es que si no fuese así, si todo el mundo, todas las clases sociales, tuviesen acceso al futuro, no daríamos abasto.
Tener acceso al futuro significa vivir como la clase media de Europa y Estados Unidos – significa consumir y regurgitar a un ritmo frenético marcado por laobsolescencia programada, los aspectos más infantiles y caníbales del capitalismo y un programa de marketing magistral.
7.000 millones de teléfonos por año, porque la cámara es mejor. Porque el procesador es mejor. Porque el sistema operativo es mejor. Pero la inmensa mayoría de los posibles "porqués" son fantasmas o neutrinos. Existen, pero como como sueños o postulados teóricos que no podemos constatar con nuestros sentidos, esas diferencias que nos impulsan a cambiar el teléfono móvil son finalmente ínfimas. Y el futuro del futuro es la internet de las cosas, la idea de que todo debe estar interconectado.
Todo es todo. Cualquier dispositivo tecnológico, no importa cuán específico sea, hoy en día debe estar ya conectado a internet de un modo u otro (aunque sea a Facebook). Una cámara digital, por ejemplo, debe ofrecer la posibilidad de compartir en una red social. Las diferencias en megapixeles ya no importan:hace años que cualquier cámara es suficiente para las fotos de nuestras vacaciones.
Sigue habiendo innumerables avances, pero se trata en su mayoría de iteraciones innecesarias para retratos de vida cotidiana –a fin de cuentas, terminamos dando a las fotos un toque vintage con Instagram–. Que todo esté interconectado, que todo tenga acceso a internet significa que todos ellos tendrán un ciclo de vida mucho más corto, ya que entran en el juego de iteraciones y mejoras caprichosas: ¡mi cámara digital comparte en Flickr pero no en Pinterest! No puedo actualizar el firmware de mi tostadora para que me notifique al iPhone que el pan está listo (¡el horror!).
Este ciclo más corto de existencia tiene una serie de implicaciones muy graves,pero la palabra clave es una sola: basura.
Todos estos productos que estamos dejando de lado son... basura electrónica. Basura con silicio, plástico barato y microchips acumulados hasta el cielo oflotando en el Océano Pacífico.
(cc) manuelfloresv / Flickr(cc) manuelfloresv / Flickr
El futuro del futuro también es el wearable computing, la ropa inteligente. Conjuntos deportivos, vestidos -sujetos a las modas, como siempre, pero ahora con sensores. Ese atuendo inteligente en particular, una vez que un humano de sexo indeterminado del futuro próximo deje de usarlo, irá a pasar a la basura.
Pero no será sólo una modificación genética de la seda, una imitación post-moderna de lo que los antiguos llamaban "seda": tendrá sensores, toda una gama de componentes tecnológicos que no tomamos en cuenta a la hora de planificar el futuro glorioso de la Singularidad incipiente.
Dentro de un par de años, cuando todos los objetos que nos rodean sean inteligentes, deberemos cambiarlos constantemente –eso no lo muestran en las películas de ciencia ficción–. Y cuando eso suceda, contaremos a nuestros hijos, o nietos (si es que los tenemos, por supuesto) un nuevo mito.
La leyenda de un objeto impensado, que para los estándares del futuro (próximo a ser presente) será algo así como una tortuga de las Islas Galápagos o Matusalén -un símbolo de longevidad. Será la leyenda del refrigerador y contaremos (por videoconferencia o telepáticamente) que fuimos testigos, en nuestra niñez, de los refrigeradores antiguos -objetos que duraban años–.
nevera
Podré decir que mi familia usó durante décadas un mismo refrigerador y estos niños hipotéticos del futuro abrirán los ojos de par en par, se asombrarán de verdad. Les contaré que con el paso de los años le cambió el color, que en varios sentidos se había vuelto obsoleta pero que no se le habría ocurrido a nadie cambiarla porque seguía funcionando.
No importaba que fuera más pesada, muchísimo más pesada que heladeras más modernas, que no tuviera algunas características interesantes de los nuevos refrigeradores y que durante la noche generara ruidos que nos hicieran sospechar de la presencia de miembros de la Orden Esotérica de Dagón llamando a los gritos a los hombres-peces en una historia sin publicar de Lovecraft. Pero todavía funcionaba.
Y les revelaré un secreto: les diré que en varias ocasiones dejó de funcionar y en lugar de comprar una nueva que tuviera los últimos features simplementellamaron a un técnico para que lo arregle. Les diré que yo mismo fui testigo, que vi al técnico trabajar en el equipo y ellos, ilusiones ópticas de un futuro que se encuentra a la vuelta de la esquina, se mirarán entre sí, sin saber si creerme o no.
Fuente: http://www.fayerwayer.com/2014/06/la-leyenda-del-refrigerador/

















4 consejos para mejorar tu fotografía

Con estos cuatro consejos para mejorar nuestra fotografía, cualquier fotógrafo que empiece a manejar su nueva cámara réflex o CSC, descubrirá que la técnica no es tan difícil y que con un poco de práctica todo empezará a rodar. Y se podrá olvidar de los automatismos.
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Cuando queremos hacer una fotografía, sobre todo si acabamos de comprar una cámara con controles manuales, nos surgen muchísimas dudas, y al final apostamos por poner la cámara en automático y desaprovechar todo su potencial. Aquí vamos a ver algunos consejos para aprovechar todas las posibilidades que nos ofrece una cámara para mejorar nuestras fotografías.

El objetivo define lo que muestra la fotografía

En las páginas web y en los cursos recomendamos siempre comprar objetivos de calidad y apostar por los fijos. Pero la mayoría de las veces nos tenemos que conformar con el que tenemos, con el que nos dan con la cámara. Puede ser malo, pero no tenemos otro y hay que aprovecharlo.
Una de las dudas más recurrentes es qué distancia focal debemos utilizar en cualquier situación. Se simplifica diciendo que la posición angular para paisajes y grupos y el tele para retratos. Muchas veces es verdad, pero estamos ante una afirmación con muchos matices.
Cuatro-consejosII
El mejor truco para averiguar qué distancia focal utilizamos es jugar con las manos antes que llevarse la cámara al ojo. Si alguien nos ve desde fuera puede pensar que estamos locos, pero es un ejercicio muy útil para los principiantes. Sólo hay que hacer un recuadro con ambas manos, con la ayuda del índice y del pulgar -o con una cartulina-, como vemos que hacen los directores en las películas. Luego hay queacercarlo o alejarlo del ojo hasta que demos con un encuadre que nos guste. La distancia entre el recuadro y el ojo es la distancia focal que tenemos que elegir. Si está a cinco centímetros, pondremos un 50 mm.
La única precaución es multiplicar por el factor de recorte de nuestro sensor para descubrir la focal en caso de disparar con un APS-C o un 4/3.

El diafragma ayuda a destacar el punto de interés

Suele ser una pesadilla para los que empiezan, y es fácil que muchos se líen con el diafragma abierto o cerrado y la profundidad de campo. Muchas veces deciden dejarlo automático o dejarlo fijo. Pero cuando lo entendemos podemos hacer un uso creativo de sus posibilidades.
Lo primero es comprender que cuando trabajamos con cámaras con sensores pequeños, no tiene mucho sentido jugar con el diafragma: todo va a estar bien enfocado siempre. Habrá una sutil diferencia si tenemos objetivos luminosos, pero salvo que trabajemos con primeros planos, la profundidad de campo será prácticamente igual con un f4 que con un f11. Siempre que tengamos un sensor pequeño.
La profundidad de campo será prácticamente igual con un f4 que con un f11 siempre que sea un sensor pequeño.
El tema cambia con sensores grandes. Deja pasar más o menos luz al sensor, y está relacionado con la velocidad de obturación. A todos nos cuesta al principio entender que un diafragma abierto deja pasar mucha luz y uno cerrado poca. En mis clases siempre doy la siguiente regla mnemotécnica:
Un número pequeño da poca profundidad de campo; uno grande, mucha
Como una de las cosas que nos tenemos que plantear a la hora de disparar es precisamente la profundidad de campo que necesitamos, es importante elegir correctamente el diafragma. Luego vendrá todo lo demás. Pero como siempre, dependemos de la luz de la escena.
Y algo que no podemos olvidar nunca. Para conseguir la mejor calidad de cualquier objetivo hay que usar los diafragmas centrales y olvidarse de los más abiertos por el viñeteado que provocan y de los más cerrados por la pérdida de nitidez.

La velocidad de obturación está relacionada con la trepidación

Mucha gente se queja de la falta de nitidez de sus fotografías, que están movidas y que su cámara es mala y no hace buenas fotos. Esto te lo dicen mientras enseñan imágenes trepidadas. Para elegir una buena velocidad de obturación hay que valorar sobre todo la luz que tenemos y el objeto que estamos fotografiando.
De nuevo hay una regla para saber cuál es la velocidad de obturación mínima que hay que elegir para evitar la trepidación o fotografías movidas. Siempre hay que poner la inversa de la distancia focal de nuestro objetivo. Y si es un zoom, la mayor distancia focal. Es decir, si tengo un 24-105, la velocidad será como mínimo 1/105 (o 1/100). Y de nuevo, si el objetivo está montado en una cámara con sensor pequeño, habrá que multiplicar por el factor de recorte.
El mejor consejo que podemos dar es utilizar siempre el trípode, pero la mayoría huyen de él por pesado y complicado, pero es la única solución para evitar la trepidación de verdad.

La sensibilidad ayuda a superar la falta de luz

Es el tercer vértice en la ley de la exposición. Si necesitamos más velocidad y no tenemos diafragmas más abiertos, entonces podemos subir el ISO. Antes sólo teníamos un carrete con una sensibilidad. Y ahora tenemos todas las que queramos. Esto ha agilizado el proceso y permite llevar sólo una cámara (antes yo llevaba dos, una en blanco y negro de 400 ISO y otra con diapositiva de 100 ISO).
Las cámaras digitales de 2014 permiten disparar hasta 1600 ISO sin miedo al ruido. Y en muchos casos es preferible subir la sensibilidad que perder una imagen por falta de luz. El secreto para evitar problemas es exponer bien. Así conseguimos mantener el ruido a raya.
Un truco muy bueno que muchos están empezando a utilizar es probar cuándo el ruido es intolerable. Con este dato ajustamos el ISO automático para que trabaje con el rango que nosotros decidamos. Así nunca perderemos una foto por no elegir la sensibilidad adecuada.
Fuente: http://altfoto.com/2014/10/4-consejos-que-mejoraran-nuestra-fotografia