La vie d´Adèle, del director francés de origen tunecino
Abdel Kechiche, comienza con un plano general de Adèle, interpretada por
Adèle Exarchopoulos, saliendo a la calle y tratando de tomar un bus que, en último término, se le escapa. Y, a partir de este encuadre, pocos planos generales más veremos, pues si algo destaca formalmente en esta obra es que está construida íntegramente a través de
primeros planos; unos primeros planos que generan claustrofobia y, a la vez, permiten una mirada íntima al drama de Adèle.
A lo largo de tres horas de duración, apenas introduce una decena de planos de conjunto, y además, invirtiendo el
orden inverso al habitual: si el primer plano suele suceder al general, pues de la presentación del contexto nos trasladamos al drama íntimo, en La vie d´Adèle ocurre lo contrario. Y es que, desde la tormenta interna de los personajes, de súbito accedemos a un plano general que calma la turbulencia, y
desautomatiza la rutina del espectador: si durante todo el metraje estamos obligados a reconstruir el contexto, de repente, nuestra espacios imaginados alrededor del personaje se derrumban por la explicitación de la evidencia espacial. Así, la película juega con una dialéctica entre la construcción de un espectador activo, que imagina el contexto, y que después ve derrumbadas todas sus expectativas por la mostración visual de lo imaginado: la idea se derrumba ante la evidencia visual.
La película es un retrato de una joven adolescente y su despertar sexual; un despertar sexual dubitativo, pues Adèle comienza saliendo con un joven y, finalmente, se decanta por las mujeres. Sin duda, es una de las películas que abordan el lesbianismo que mayor audacia ha tenido en la filmación del sexo, pues Kechiche construye escenas de extensa duración con las dos jóvenes en la cama y con primeros planos recorriendo el cuerpo y las prácticas sexuales. Sin duda, Kechiche logra captar
el sexo en tiempo real, sin elipsis internas, dilatando las escenas hasta el culmen del orgasmo. Y, además, logra encauzar la narración sin que se pierda todo en la imagen pornográfica; y es que el porno tiene el gran pesar de abandonar la narración cuando la imagen se concentra en el cuerpo, pero Kechiche encauza todo para proseguir con el retrato de la joven.
Y si en algo destaca el director es también en el montaje de las escenas, pues juega con el contrapunto entre las secuencias adyacentes, creando así resonancias y sorpresas muy interesantes para el espectador. Así, una cena familiar, en la que Adèle presenta a la joven con quien sale a sus padres, viene sucedida por una secuencia extensa de
sexo explícito, provocando un shock: transitamos del rostro de la madre a un cunilingus de un plano a otro, hecho que sin duda causa un sobresalto visual.
La vie d´Adèle se describe a sí misma, en el título, como un film en
dos capítulos. Pero, curiosamente, no hay marcas textuales de ello: todo es una continuidad incesante de secuencias prolongadas de conversaciones, bailes en discotecas o sexo. Así, la supresión de la línea divisoria entre los capítulos obliga, de nuevo, al espectador a fabricar tal escisión del metraje en dos.
Y, finalmente, la marca textual del tránsito entre capítulos es, en realidad, un vacío: viajamos de un capítulo a otro porque hay una elipsis de tres años que no se anuncia ni se avisa, y que obliga a estar atento. Porque otro de los aspectos que maneja con maestría el director es la
elipsis, pues entre secuencia y secuencia no hay una motivación de causalidad: hay vacíos, abismos, que hemos de precisar. Así, mientras concreta mucho un fragmento de la vida de Adèle, otros quedan sumidos en un pozo.
Asimismo, La vie d´Adèle cuenta un título significativo en inglés:
Blue is the warmest colour (azul es el color más cálido). Y este subtítulo se proyecta en todos los encuadres, pues la película parece
una danza de todos los tonos de azules existentes. Este color estalla en todo plano, y tiñe las paredes, los vestidos, las sábanas, los lienzos, etc. Y todo ello como proyección de la protagonista, pues es el azul el color del pelo de la joven de quien se enamora, y por lo tanto, todo queda filtrado por la visión azulada, que es a la vez la visión del deseo.
Fuente:
http://extracine.com/2013/05/critica-de-la-vie-dadele