domingo, 27 de julio de 2014

Mi paso por Atlántida

Dejando atrás la ciudad de Montevideo, y hacia el este, el primer destino costero que despertó mi interés fue la ciudad balnearia de Atlántida.

La ciudad de Atlántida queda en el departamento de Canelones, a 45KM hacia el este de Montevideo.

Si bien fui desde la terminal de Tres Cruces, pronto comprendería que la distancia no justifica la elevada tarifa del colectivo de larga distancia, ya que con un colectivo de línea hubiera llegado por un tercio de la tarifa, en prácticamente iguales condiciones.

Ese día comenzó con un sol radiante, pero al bajar del micro, rápidamente se encapotó, por lo que decidí centrarme en recorrer los barrios. Después de todo, era la playa que menos despertaba mi interés, siendo una visita en definitiva, únicamente con el objetivo de ver qué había entre Montevideo y Piriápolis.

El colectivo para mi sorpresa, me dejó en plena Ruta Interbalnearia General Liber Seregni, casi en la puerta de Tienda Inglesa, por lo que opté por volver caminando hasta Rambla (Que empalma con la costanera), para recorrerla de punta a punta. Y otra sorpresa me aguardaba ahí, al encontrarme en nuestro país hermano, en una esquina de barrio, con un busto del General San Martín, como dándome la bienvenida.

El barrio de Atlántida es bajo y con casas muy paquetas y prolijas, que descansan en sus onduladas y serpenteantes calles. Muy lindo, tranquilo, y con muy pocas rejas.

Llegando al balneario hay mas movimiento, lógicamente, pero no es una locura. Es un buen destino para descansar lejos del ruido en sus tranquilas playas, o en alguna quinta, si el presupuesto lo permite.

En unas horas de caminata por la costa, y luego del almuerzo, me di cuenta que el paisaje no iba a sufrir demasiadas variaciones, así que me adentré al barrio este, con la finalidad de hacer un rodeo desde ahí, y volver por dentro a mi punto de partida.

Fué acá en donde desde el cielo completamente gris asomaron algunas filtraciones que hicieron peligrar mi salida, pero por suerte, no duró demasiado, por lo que terminé sólo levemente empapado, y lo mas importante, con la cámara a salvo.

El barrio en esta parte tiene casas aún mas parquizadas, como si los vecinos compitieran por mostrar quien tiene el mejor jardín, y manteniendo la prolijidad a rajatabla de cada elemento. Inclusive los contenedores de basura, (o como le dicen allí, volquetas), se ven alineadas desde las esquinas y hasta donde se pierde la vista. Un paraiso para cualquier obsesivo.

Pasé curioso por el zoo, pero no vi nada que llamara mi atención, por lo que decidí no dedicarle demasiado tiempo. Finalicé el recorrido en el pequeño pero completo centro comercial, como había previsto.

Finalmente, volvería a pasar la noche a Montevideo, en un colectivo de línea de los tantos que van hacia Tres Cruces.

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La semana que viene, seguimos viaje hacia el este, en el primer gran destino de este viaje: Piriapolis.