domingo, 3 de marzo de 2019

Explorando San Lorenzo – La Quebrada

Al día siguiente a mi caminata desde Coronel Moldes hasta el Dique Cabra Corral, volví a tomarme un colectivo de línea, esta vez hacia el oeste de la capital salteña, decidido a conocer esta parte de la periferia. Hoy, tocaba hacer trekking por San Lorenzo.

Villa San Lorenzo, o simplemente San Lorenzo, se encuentra enclavada dentro del Valle de Lerma, y al pie de la precordillera o cordillera oriental, dentro de la selva de las yungas (así se denominan las selvas húmedas en la laderas de las montañas), estando 1450 msnm, en el Departamento Capital de la Provincia de Salta.

El colectivo no tardó mucho en llevarme hasta la mismísima entrada a la quebrada. Decidí ir directamente allí, ya que la villa no me despertó ningún interés: Chalecitos, centro cívico y comercial, y no mucho mas.

Con una superficie de 194 km2, la villa se ubica al pie de la Quebrada de San Lorenzo y es atravesada por el río San Lorenzo. Posee alrededor de 15.000 habitantes, población que en verano se duplica debido a la cantidad de turistas que llegan a veranear.​

Ni bien bajarme del colectivo, entendí que estaba ante las puertas de un pequeño paraíso. El rio manso corría en silencio, al costado del camino y entre un lecho de piedras, cobijado por la selva. Pura paz!

Estaba nublado, pero el clima era muy agradable. Diametralmente diferente al fresco del día anterior.
Antes e disponerme a caminar, pasé por la residencia de los guardaparques, para conseguir mapas e información, pero poco pude obtener de ellos. En una actitud plenamente municipal, me señalaron con la mano, sin siquiera levantarse de la silla, “Andá por ahí”, sin siquiera un mapa en papel disponible para llevarme.

“OK” pensé. Ahí vamos.

Le tomé una foto a un cartel que parecía señalizar algunos senderos, pero finalmente, éstos, no coincidían con la escaza señalización encontrada. Tal vez hayan cambiado los caminos y les hayan quedado estas descripciones desactualizadas, porque el camino me llevó, según fui viendo en las descripciones, a una combinación de varios de ellos. Vaya uno a saber.

Hice un ascenso paulatino, bordeando el rio, y cruzándolo de tanto en tanto, hasta que inevitablemente, y nuevamente gracias a la escaza señalización, no supe hacia donde seguía el camino. A punto de rendirme y volver para intentar reencausarme, se me aparece un perro suelto, sin dueño, el cual no solo me mostró por donde ir, sino que me acompañó todo el trayecto hasta aproximadamente el mismo punto a la vuelta. Una locura total, pero también, una compañía mas que bienvenida.

En esta entrega les muestro todo el camino de ida, reservando para la próxima semana, la otra mitad de este inolvidable dia, en mi primer contacto con la selva de Yungas.


La próxima semana, les traigo las vistas desde el mirador, y algunos otros caminos que encontré al bajar…