domingo, 10 de octubre de 2010

De costumbres, acostumbrados y acostumbramientos...

En Google Buzz, me encontré con 2 publicaciones relacionadas entre sí que quería compartir en éste espacio. Tratan sobre las costumbres, y como uno a veces, no se da cuenta de la matrix que impone el acostumbramiento...

El 8 de octubre, Pablo Kierez publicaba el siguiente video:


Los 2 comentarios que me llamaron la atención fueron:

Silvana Schmukler - jajaja!que bueno! Es xq las mamas agarran a sus cachorros de la misma manera para dominarlos,,,Fue una táctica q me dió el vet para mis perros tmb!A veces funciona ... a veces no ... =P8 oct

Fura HE - Exacto, como dice Silvina. Esta técnica también es llamada PIBI, inhibición conductual inducida por pellizco, e incluso, hay veces que se relajan y se ponen a ronronear cuando los agarran así. Con los perros, si los crías desde cachorros, otra opción similar es pellizcarles la trufa al querer demostrar una negativa. La madre les mordizquea suavemente la trufa cuando quiere que no hagan algo. Con perros mas adultos es difícil porque posiblemente ya hallan olvidado ese tipo de reto y se hayan acostumbrado al "no" :P Pero en cachorros es bastante eficaz. 
Igual, si, es sorprendente como se quedan quietisisisisimos jeje Da impresión a veces.8 oct 

Hoy, me encontré con una publicación que compartió Fernando Marchal, que aborda el tema desde un segundo punto de vista...

“El elefante encadenado” 
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales.
También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. 

Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. 

Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. 

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. 

Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. 

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez... 
Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad… condicionados por el recuerdo de «no puedo»… Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…



Fuentes:


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