jueves, 4 de abril de 2013

Sobre los límites del retoque digital

Hoy, el retoque digital está a la orden del día, y nadie ha definido sus límites, en el caso de que sea necesario. Los programas de edición permiten hacer cosas impensables hace unos años. Sin embargo, el mundo del retoque está presente en la historia de la fotografía desde sus orígenes.
retoque digital
La fotografía, como bien sabéis, fue presentada en 1839. Muy pronto los profesionales se dieron cuenta de su crueldad a la hora de representar la realidad, pues no se olvidaba de una arruga o de cualquier verruga en el rostro de las personas retratadas.
Todo el mundo quería su propio retrato, algo que en la historia de la pintura estaba reservado a la realeza y a algunos nobles, y la magia de la fotografía permitía tener tu propio retrato en cuestión de horas. Pero nadie se gustaba (sigue pasando lo mismo, nos vemos gordos, flacos, serios...). La fotografía es demasiado cruel. Por eso, uno de los puestos más importantes dentro del mundo de los grandes estudios de retrato del siglo XIX eran los retocadores, que iluminaban y oscurecían los retratos obtenidos en algunos de los salones más importantes de París, como el de Disderí, que popularizó los retratos del tamaño de una tarjeta y que a raíz del retrato que hizo de Napoleón III, alcanzó una fama mundial. Pues bien, la mayor parte de los retratos de esta época están idealizados por estos retocadores que pintaban sobre el negativo, o sobre el positivo, con tintas chinas o coloreándolos para acercarlos a una pintura, para conseguir que los clientes salieran guapos, al menos sobre el papel. ¿Estaba bien lo que hacían?
El retoque avanzaba con la historia, y el mundo de la política descubrió muy pronto los beneficios de engañar a sus votantes gracias al aura de autenticidad que tenía la fotografía. Personajes tan dispares como Abraham Lincoln, que no tenía una pose tan aguerrida como se le recuerda; Stalin que no quería ser recordado con la gente que mandaba ejecutar; Franco que no quería aparecer con los ojos cerrados al lado de Hitler, que a su vez borraba a Goebbels cuando aparecían juntos con la mujer de este último... no dudaron en contratar a retocadores que pintaban encima de las fotografías para engañar a las masas...
Así que este debate que tenemos hoy entre manos no es nuevo en absoluto. El engaño visual está presente en la historia de la representación desde que los dirigentes quisieron ser recordados. ¿O alguien piensa que los reyes y las reinas eran así? Desde siempre ha existido el deseo de ser más guapos de los que somos en realidad. Por ejemplo, las grandes estrellas de Hollywood no hacían ninguna película si el director de fotografía no era de su agrado. Sabían cuáles les podían sacar más guapos e irresistibles. Algún día se reconocerá la labor de William Daniels en la carrera de Greta Garbo.
Otra cosa que la gente desconoce es que el gran maestro del ensayo fotográfico, Eugene Smith, en su gran trabajo de Deleitosa no dudó en cambiar la dirección de la mirada de las mujeres en una de las fotos más famosas del reportaje, para que no se delatara la presencia del fotógrafo. ¿Cambia la fuerza de su mensaje?
El auge de la fotografía digital -y muchos años de engaño- ha provocado que la gente no se crea lo que ve en las fotografías y que cuando algo se sale de lo habitual, sea considerado automáticamente mentira. Y razón no falta en muchos casos. Muchos usamos los programas de edición como si fueran una ampliadora y no cambiamos nada que no se pudiera hacer en un laboratorio químico. Pero otros muchos acercan la fotografía al diseño gráfico, que carece de algo inherente a la fotografía: estar ahí. Si te riges por las normas del diseño gráfico, todo está permitido y no tiene discusión. Todo cambio es posible y necesario. Pero ya no es fotografía. Es otra cosa.
Para que una foto sea realista, el fotógrafo debe entender perfectamente la luz. Si se dedica al retrato debe tener nociones de anatomía y como siempre, tiene que partir del mejor original posible. Natalia Taffarel, una de las mejores retocadoras y profesoras del mundo digital, establece el límite entre la noticia y la intención artística para aceptar o no un retoque. Según ella, no tocaría ni un pelo en una fotografía de actualidad, pero en los demás campos sí. Es una delimitación interesante que no comparto.
Pienso que la fotografía de autor (odio la expresión fotografía artística) se debe hacer en el momento de la toma. Es en ese momento cumbre cuando decidimos si meter un cable que cruza la calle o no, si incluimos un árbol o un trozo de ventana, si disparamos con la luz que hay o esperamos a que se oscurezca. Cualquier manipulación posterior en el ordenador, salvo las que podíamos hacer en la ampliadora (aclarar, oscurecer, reencuadrar, ajustar colores que no inventarlos,...), es eso: una manipulación para evitar algo que no hemos cuidado en el momento de la toma y que tenemos que cambiar para conseguir lo que queríamos reflejar. O eso, o es una imposición de los que nos pagan el trabajo.
De todas formas, el buen retoque es aquel que no se nota, igual que un buen maquillaje o un buen libro, donde sabemos que hay mucho trabajo detrás pero que es tan sencillo que parece natural. En la fotografía debería ser igual.
Fuente: http://altfoto.com/2013/03/sobre-los-limites-del-retoque-digital










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