Que sensación tan difícil de explicar la que me provoca Mardel…
Si bien es una gran ciudad, tiene un ritmo y una energía muy particular, sobre los cuales no logro descifrar su origen, que parece evidentemente estar entre su gente, su arquitectura, sus calles, sus playas y su afluencia turística.
Como sea, La Feliz enamora, y siempre es bueno volver a pisar este clasicazo de la costa bonaerense.
Sirva pues de complemento este álbum, a los ya desarrollados en mi anterior visita, desde los cuales descubrimos cada uno de los aspectos de esta urbe hermosa.
Éste es un predio que se utiliza como salón de eventos y casa de té, rodeada de naturaleza, con bellos jardines y senderos al mas puro estilo de un mini jardín botánico, con algunas aves de granja.
Cada fin de semana y días feriados, además de la propuesta para la hora de la merienda con té, cafés o mate, se sirven almuerzos, y es una gran excusa para el descanso, y también para descubrir en sus instalaciones, la historia de la propia casona del año 1937, que perteneciera a la familia de Nicolás García Uriburu, quien fue un artista plástico y arquitecto.
De esta visita, les comparto el siguiente álbum de detalles:
¡Nos vemos en el próximo destino!
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